Mucho han dado de sí estos días las desafortunadas declaraciones de Laura Gallego sobre su -a priori- rechazo a crear personajes LGBTI+ en sus novelas. Sus palabras se han magnificado porque es una persona pública, pero aunque es escritora también es una persona normal, ni peor ni mejor que cualquiera de nosotros, y a pesar de ser una artista, tiene como cualquiera sus gustos, sus neuras y sobre todo sus sesgos. Y es por eso que sus palabras y las de sus defensores revelan mucho sobre una mentalidad que se extiende por el mundo como la pólvora, basada en el rechazo a las críticas razonadas y en la defensa a ultranza de los prejuicios personales como un valor y un sinónimo de libertad.
Recordemos que Gallego opina que introducir en sus obras personajes homosexuales le parecería "forzado", una "obligación debida a presiones de sus fans o de sus detractores", o incluso un "panfleto" del "lobby LGBTI+"; que meter a un gay o a una lesbiana requeriría de una "razón". ¿Pero hace falta una razón para meter a un heterosexual?
Las declaraciones: https://twitter.com/TigrilloTW/status/866378644813484032
LA MENTALIDAD
Gallego, como tantos otros autores, ve "extraño" meter a un gay o a una lesbiana en sus historias llenas de dragones y elfos, porque para ella los LGBTI+ no son personas comunes y corrientes, "normales" como ella, sencillamente porque en su vida no son cotidianos y por lo tanto no siente que puedan ser cotidianos en sus novelas; ella, como tantos otros autores, está reflejando en sus mundos de ficción lo que inconsciente e involuntariamente ha entendido siempre como normal en su día a día, esto es: relaciones heterosexuales y personas blancas. La obra siempre revela la mente de su autor.
LOS PREJUICIOS
Esta mentalidad está basada en prejuicios aunque muchos no lo vean, porque los prejuicios son casi siempre invisibles para nosotros mismos. Nacer y ser educado en una cultura heteropatriarcal fundamentada en unos prejuicios milenarios, distorsiona y moldea nuestra visión del mundo hasta que normalizamos e interiorizamos esos prejuicios: que algunas personas son esencialmente diferentes a nosotros y que por lo tanto no podemos entenderlas ni identificarnos con ellas; que son marcianos. Y eso nos causa inquietud y rechazo.
Eso lo vemos con los LGBTI+ pero también con las mujeres, los negros, los musulmanes. Con cualquiera que aparente ser diferente a la norma de una sociedad dominada por la piel blanca, la heterosexualidad, lo masculino, las creencias judeocristianas. Esa manera "marciana" de ver a los demás y ese rechazo a "las minorías" se aprecia constantemente en las ficciones, desde una película de acción a una Cabalgata de Reyes: superheroínas boicoteadas, actores negros ninguneados, whitewashing...
EL MENSAJE
Por eso el sutil mensaje, la conclusión tras las palabras de Gallego, es que ella y sus defensores ven a los homosexuales como a "seres diferentes" que necesitan de una presión externa o de una "razón especial" para ser introducidos en sus ficciones, en vez de verlos como a simples personas sobre las que uno podría escribir sin pensárselo dos veces, con la facilidad con la que escribe sobre heteros blancos. Ya sabéis, esos que consideramos gente "normal". Con facilidad porque, aunque haya diferencias de contexto entre nosotros, todos los seres humanos somos iguales por dentro: queremos ser felices, ser apreciados, ser respetados, todos amamos a otras personas, nos reímos con un chiste, y nos duele cuando nos agreden. Todos queremos vivir en paz. Las diferencias que vemos son barreras ficticias que hemos levantado alrededor de grupos de personas para poder identificarnos como "ellos y nosotros", y en base a eso discriminarlas, recortarles derechos y negarles un lugar equitativo en la sociedad, también en el relato cultural.
¿HOMOFOBIA?
¿Lo de Gallego y sus defensores es homofobia? El término "homofobia", de tanto usarlo sin un conocimiento profundo de su significado, se ha desvirtuado con los años como tantos otros (violación, feminismo...) reduciéndose en la mente de la gente a un comportamiento extremo y violento con el que lógicamente nadie se identifica, porque independientemente de la realidad, todos nos tenemos por gente buena e inteligente que jamás caería en eso tan horrible de la homofobia, eso es pegar a gays y escupir a lesbianas; nadie se identifica a sí mismo como homófobo sólo por ver a los gays como personas "antinaturales que no puede entender pero tolera", como si los gays naciesen de repollos, del mismo modo que nadie se identifica como machista sólo por tildar a las mujeres no complacientes de "feminazis", ya que "a las mujeres buenas sí las respeta". El prejuicioso siempre tiene una excusa, una justificación, nunca hay autocrítica.
Lo cierto es que lo que tiene Gallego es -una pequeñita y casi invisible- homofobia, esa que, como los micromachismos, no requiere de odio ni violencia hacia el objeto de tus prejuicios, sólo una simple desconexión de la realidad; sólo los blancos heteros son normales y corrientes, y los que escapan a la norma son exóticos, desconocidos, seres curiosos que no se entienden y por ello no interesan, y que necesitan de un esfuerzo extra, incluso sobrehumano, para ser aceptados con naturalidad en una ficción. Como pasa con las mujeres. Como pasa con los negros. Como pasa con tanta gente que sólo es gente y que merece existir en la ficción como existe de facto en la realidad.
Pero del no escuchar las críticas llega el victimismo: "¡Se me está obligando a hacer algo que no quiero!"
La clave está en ese "...lo que no quiero".
¿Por qué no querría si considerase a los LGBTI+ personas como cualquier otra? ¿Os imagináis a cualquier autor blanco heterosexual como ella diciendo "¡es que no quiero escribir personajes blancos heterosexuales!"? ¿Lo habéis escuchado siquiera una vez en la vida?
Señalarle a un artista un problema y explicarle por qué es un problema, no es ni linchamiento, ni censura, ni corrección política, ni mucho menos obligación. Nadie ha obligado a Gallego ni a nadie a escribir nada, se les ha cuestionando (para que ellos mismos se cuestionen como autores) por qué escriben precisamente lo que escriben y no cualquier otra cosa, cuáles son las razones últimas que subyacen en querer escribir continuamente sobre, por ejemplo, hombres blancos heteros, pero nunca sobre una mujer, un negro, o un LGBTI+, como si no fuesen humanos exactamente igual que el resto, como si perteneciesen a un mundo ignoto. Y como sí existe la libertad, es la prerrogativa del autor enfrentarse a las críticas como quien se enfrenta a un dragón o usarlas para lo que son: mirarse dentro con honestidad y aprender de sus propios errores, que es lo que le hace a uno crecer como persona y en este caso también como narrador. Es su elección, no hay obligación.
SÓLO UN RACISTA...
Así que seamos sinceros, sólo un escritor o un lector racista llamaría "obligación" a meter negros en una historia. Sólo uno homófobo llamaría "politización" o "agenda gay" a meter homosexuales. Sólo uno misógino llamaría "cuota de paridad" a meter mujeres. Los escritores buenos de verdad, los que antes de ser grandes escritores han tenido que ser grandes seres humanos, escriben sobre personas, sin más, y para ellos ninguna entraría "forzada" jamás. Porque las diferencias superficiales entre nosotros son inventos, constructos sociales de origen arcaico fundamentados en la perpetuación de estereotipos y prejuicios, fruto del miedo hacia "el otro". Y lo que mueve al buen escritor es precisamente abordar al otro, contarlo, visibilizarlo, entenderlo para que los demás también lo entiendan. No rehuirlo. Porque la buena ficción siempre saca a la luz las realidades que el mundo lucha por mantener en la oscuridad.
Cada individuo será siempre diferente y único, pero independientemente de cuál sea su sexo, género, raza o credo, los humanos siempre seremos iguales por dentro. Siempre. Si no lo entiendes, si no es una obviedad para ti, si te causa rechazo, si sientes que estás siendo "obligado" a aceptarlo... es que tienes un problema.
¿Vas a hacer algo al respecto?
"Donde los árboles cantan", de Laura Gallego García
LAS DECLARACIONES
Las declaraciones: https://twitter.com/TigrilloTW/status/866378644813484032
LA MENTALIDAD
Gallego, como tantos otros autores, ve "extraño" meter a un gay o a una lesbiana en sus historias llenas de dragones y elfos, porque para ella los LGBTI+ no son personas comunes y corrientes, "normales" como ella, sencillamente porque en su vida no son cotidianos y por lo tanto no siente que puedan ser cotidianos en sus novelas; ella, como tantos otros autores, está reflejando en sus mundos de ficción lo que inconsciente e involuntariamente ha entendido siempre como normal en su día a día, esto es: relaciones heterosexuales y personas blancas. La obra siempre revela la mente de su autor.
LOS PREJUICIOS
Esta mentalidad está basada en prejuicios aunque muchos no lo vean, porque los prejuicios son casi siempre invisibles para nosotros mismos. Nacer y ser educado en una cultura heteropatriarcal fundamentada en unos prejuicios milenarios, distorsiona y moldea nuestra visión del mundo hasta que normalizamos e interiorizamos esos prejuicios: que algunas personas son esencialmente diferentes a nosotros y que por lo tanto no podemos entenderlas ni identificarnos con ellas; que son marcianos. Y eso nos causa inquietud y rechazo.
Eso lo vemos con los LGBTI+ pero también con las mujeres, los negros, los musulmanes. Con cualquiera que aparente ser diferente a la norma de una sociedad dominada por la piel blanca, la heterosexualidad, lo masculino, las creencias judeocristianas. Esa manera "marciana" de ver a los demás y ese rechazo a "las minorías" se aprecia constantemente en las ficciones, desde una película de acción a una Cabalgata de Reyes: superheroínas boicoteadas, actores negros ninguneados, whitewashing...
"Blanqueamiento" de la Mayor Motoko Kusanagi en la nueva "Ghost in the Shell", de Rupert Sanders
Estos prejuicios son una flagrante y ya antigua negación de una realidad social que es enormemente plural en pos de una imagen idealizada y reduccionista del mundo, heredera de lo que tradicionalmente nuestra cultura ha querido que sea la sociedad: las mujeres en casa con los hijos, las otras razas en "sus países", y los homosexuales... pues en sanatorios mentales o en el infierno si eres un fanático religioso. Este ideal social varía ligeramente en función de la cultura, el sexo, la raza o el credo del que lo blande, pero estos son sus fundamentos.EL MENSAJE
Por eso el sutil mensaje, la conclusión tras las palabras de Gallego, es que ella y sus defensores ven a los homosexuales como a "seres diferentes" que necesitan de una presión externa o de una "razón especial" para ser introducidos en sus ficciones, en vez de verlos como a simples personas sobre las que uno podría escribir sin pensárselo dos veces, con la facilidad con la que escribe sobre heteros blancos. Ya sabéis, esos que consideramos gente "normal". Con facilidad porque, aunque haya diferencias de contexto entre nosotros, todos los seres humanos somos iguales por dentro: queremos ser felices, ser apreciados, ser respetados, todos amamos a otras personas, nos reímos con un chiste, y nos duele cuando nos agreden. Todos queremos vivir en paz. Las diferencias que vemos son barreras ficticias que hemos levantado alrededor de grupos de personas para poder identificarnos como "ellos y nosotros", y en base a eso discriminarlas, recortarles derechos y negarles un lugar equitativo en la sociedad, también en el relato cultural.
¿HOMOFOBIA?
¿Lo de Gallego y sus defensores es homofobia? El término "homofobia", de tanto usarlo sin un conocimiento profundo de su significado, se ha desvirtuado con los años como tantos otros (violación, feminismo...) reduciéndose en la mente de la gente a un comportamiento extremo y violento con el que lógicamente nadie se identifica, porque independientemente de la realidad, todos nos tenemos por gente buena e inteligente que jamás caería en eso tan horrible de la homofobia, eso es pegar a gays y escupir a lesbianas; nadie se identifica a sí mismo como homófobo sólo por ver a los gays como personas "antinaturales que no puede entender pero tolera", como si los gays naciesen de repollos, del mismo modo que nadie se identifica como machista sólo por tildar a las mujeres no complacientes de "feminazis", ya que "a las mujeres buenas sí las respeta". El prejuicioso siempre tiene una excusa, una justificación, nunca hay autocrítica.
Lo cierto es que lo que tiene Gallego es -una pequeñita y casi invisible- homofobia, esa que, como los micromachismos, no requiere de odio ni violencia hacia el objeto de tus prejuicios, sólo una simple desconexión de la realidad; sólo los blancos heteros son normales y corrientes, y los que escapan a la norma son exóticos, desconocidos, seres curiosos que no se entienden y por ello no interesan, y que necesitan de un esfuerzo extra, incluso sobrehumano, para ser aceptados con naturalidad en una ficción. Como pasa con las mujeres. Como pasa con los negros. Como pasa con tanta gente que sólo es gente y que merece existir en la ficción como existe de facto en la realidad.
Cuando la cantidad de personajes masculinos blancos heterosexuales de una ficción baja del 90%, la obra se desprecia y boicotea. El último ejemplo es la nueva serie "Star Trek: Discovery", de Bryan Fuller y Alex Kurtzman (CBS)
LIBERTAD Y LINCHAMIENTOPero del no escuchar las críticas llega el victimismo: "¡Se me está obligando a hacer algo que no quiero!"
La clave está en ese "...lo que no quiero".
¿Por qué no querría si considerase a los LGBTI+ personas como cualquier otra? ¿Os imagináis a cualquier autor blanco heterosexual como ella diciendo "¡es que no quiero escribir personajes blancos heterosexuales!"? ¿Lo habéis escuchado siquiera una vez en la vida?
Señalarle a un artista un problema y explicarle por qué es un problema, no es ni linchamiento, ni censura, ni corrección política, ni mucho menos obligación. Nadie ha obligado a Gallego ni a nadie a escribir nada, se les ha cuestionando (para que ellos mismos se cuestionen como autores) por qué escriben precisamente lo que escriben y no cualquier otra cosa, cuáles son las razones últimas que subyacen en querer escribir continuamente sobre, por ejemplo, hombres blancos heteros, pero nunca sobre una mujer, un negro, o un LGBTI+, como si no fuesen humanos exactamente igual que el resto, como si perteneciesen a un mundo ignoto. Y como sí existe la libertad, es la prerrogativa del autor enfrentarse a las críticas como quien se enfrenta a un dragón o usarlas para lo que son: mirarse dentro con honestidad y aprender de sus propios errores, que es lo que le hace a uno crecer como persona y en este caso también como narrador. Es su elección, no hay obligación.
SÓLO UN RACISTA...
Así que seamos sinceros, sólo un escritor o un lector racista llamaría "obligación" a meter negros en una historia. Sólo uno homófobo llamaría "politización" o "agenda gay" a meter homosexuales. Sólo uno misógino llamaría "cuota de paridad" a meter mujeres. Los escritores buenos de verdad, los que antes de ser grandes escritores han tenido que ser grandes seres humanos, escriben sobre personas, sin más, y para ellos ninguna entraría "forzada" jamás. Porque las diferencias superficiales entre nosotros son inventos, constructos sociales de origen arcaico fundamentados en la perpetuación de estereotipos y prejuicios, fruto del miedo hacia "el otro". Y lo que mueve al buen escritor es precisamente abordar al otro, contarlo, visibilizarlo, entenderlo para que los demás también lo entiendan. No rehuirlo. Porque la buena ficción siempre saca a la luz las realidades que el mundo lucha por mantener en la oscuridad.
"Sense8", de las hermanas Wachowski y Michael Straczynski (NETFLIX)
¿Vas a hacer algo al respecto?