¡Qué tiempos! aquello si que era técnica, valor y coraje en la arena, y no lo de ahora.
Focus:
Hace unos días, Carlos Herrera, en su programa de Onda Cero “Herrera en la Onda”, debatió con Josep Rull, diputado de CiU en el Parlamento catalán, sobre la prohibición de las corridas de toros en Cataluña.
Apunte:
Personalmente, el tema en sí de las corridas de toros me afecta en mi vida diaria y me importa tanto o tan poco como el de las religiones del mundo, los grupos neonazis de la Norteamérica profunda, las abducciones de OVNIS o la falta de empatía, sensibilidad y valores morales de muchos jóvenes actuales (o de sus padres).
No me importa estrictamente hablando. Pero al igual que todos estos otros temas, me fascina, porque en realidad todos son el mismo tema: la aparentemente innata idiotez del ser humano. Y ese sí es un tema que me interesa. Que me pone frenético, vamos.
Vayamos al grano:
1) Carlos Herrera:
Debo decir que he escuchado a Herrera en contadas ocasiones en mi vida, y no tenía una opinión formada sobre él. Las personas que conoces te dicen tal o cual cosa, pero aún no había podido formarme una idea basada en mi propia experiencia, ni creí siquiera que fuese a suceder, ya que no me gusta demasiado la radio y nunca la escucho.
Pero leyendo las noticias sobre esta prohibición de las corridas, acabé escuchando en la red esta entrevista de Herrera. Me bastó escucharle en ella para comprobar sus ideas retrógradas, sus maneras rebosantes de suficiencia, y su demagogia barata, para hacerme al fin y sin pretenderlo, una idea muy clara de quién es este hombre. Y cómo deben de ser aquellos a los que parecía representar.
A veces es muy fácil conocer quién es en realidad una persona, sólo hay que escuchar con atención durante 5 minutos.
Cuidadín, amigo, que al final te vas a llevar lo que te mereces.
2) La entrevista:
La pequeña “entrevista” que Herrera le hace al diputado catalán me pareció más bien una sucesión de insultos que Herrera tendría apuntados en una libreta y que necesitaba soltar sin importarle en ningún momento que el entrevistado le respondiese o no. Insultos, además, que aunque a él debían de parecerle sutiles puñaladas verbales, no eran más que puyas simplonas barnizadas con un sarcasmo e ironía bastante pobres, con esa mediocre socarronería característica de alguien que se cree en poder de la verdad absoluta, una verdad con la que cree estar acorralando y humillando a su invitado. Nada más lejos de la realidad.
Y una verdad que, como siempre en estos casos, además distaba enormemente de serlo.
Mientras que Rull opinaba, con un razonamiento aplastante por su sencillez, que "no es propio del siglo XXI basar un espectáculo en el sufrimiento de un ser vivo", Herrera salía al paso diciendo cosas como que esta prohibición era una “obsesión inquisitorial” y “una agresión a las libertades individuales".
Vamos, que al toro que le den por el culo mientras a él, organismo superior con derechos, le divirtiese.
Increíble tener el valor y la prepotencia para decir eso en una radio sin avergonzarse.
Sólo le faltó soltar lo que le he oído decir a tanta gente sobre este y otros temas similares cuando no tienen manera de justificar sus puntos de vista: que prohibir está maaal, que tenemos que dejar que la gente haga el bien (si lo es) por sí misma.
Así las personas podrían demostrar, como siempre lo han hecho, que no son las prohibiciones democráticas las que les impiden fumar en la misma habitación que un niño, correr con el coche a 250 Km. por hora y bebidos, o ya que estamos, robar, violar, o asesinar impunemente.
Claro que sí, viva la libertad absoluta y la anarquía, abajo las normas y el contrato social. Cuando te convenga a ti, claro.
¡Toma chulería! Oye, que si quieres demostrar tu valor, ¿porqué no mejor abandonas tu finca y te vas a África a invertir tu fortuna en los niños que se mueren de hambre? Eso si sería tener cojones, no esto, niñito de papá.
3) Reflexión:
Total, que además de sentirme cada día más misántropo de lo que ya era, comprobar que prohibir o no depende de intereses económico-políticos (ahí están los Correbous, aún intactos, porque “no compensa prohibirlos”), hace que cada día me sienta aún más apolítico de lo que ya era, así que abstengámonos de demagogias de “quién dice qué por ser de derechas, izquierdas, o centro”. Todo eso es irrelevante. No es más que marear la perdiz, esquivar el tema y levantar cortinas de humo para ocultar que no se sabe argumentar.
En este mundo, las cosas no son tan complicadas en realidad, somos nosotros quienes las hacemos así.
- ¿Tiene sentido prohibir la venta de “muñecas flamencas” de las ramblas barcelonesas por ser demasiado “españolas”? Me parece tan gilipollez como sería retirar la venta de peluches fabricados en Taiwán. Que las muñecas las compre quien las quiera, mientras la muñeca no sea maltratada ni se vulneren sus derechos humanos.
- ¿Y tiene sentido prohibir la patética barbarie (pero de una gran belleza plástica, o no sé qué) que es el torturar y matar toros, no para alimentarnos, ni en “defensa propia”, sino para el “deleite” (¿?) de una panda de neandertales anclados en el siglo I de nuestro Señor?
No creo que eso necesite respuesta.
Y si necesitas que se te explique, entonces significa que no lo vas a entender.
Aquí podemos ver un animal, que en vez de estar viviendo su vida en el campo, o estar sirviendo de alimento a otro ser vivo como manda el ciclo de la vida, aquí está, sin saber qué coño está pasando, ni cuando le darán muerte de una vez por todas para dejar de sentir tanto dolor.
Lo que pasa es que él no sabe que esto es divertido.
4) Consideraciones:
El Circo en la Antigua Roma era un gran espectáculo para el pueblo y un gran negocio que movía millones de sestercios, proporcionando trabajo a miles de personas: los libertos y esclavos que trabajaban duro para preparar los juegos, los agentes en las provincias encargados de proporcionar caballos, los transportistas, los intermediarios, o el sistema de apuestas, que era normalmente controladas por caballeros o por funcionarios de la casa imperial, y con las que muchos hacían grandes fortunas.
Otro animal que a esto no le ve la puta gracia ni el arte por ningún lado.
Los Toros son un gran negocio, lo sabemos. Pero también lo es la especulación inmobiliaria. Muchos romanos dependían de aquel negocio igual que ahora muchos dependen de este (para sobrevivir, o para vivir a cuerpo de rey). Pero aquel negocio desapareció porque así debía ser, como tantas otras cosas. Con el tiempo, se recuperaron algunas de aquellas “artes”, y un cruento espectáculo se transformó en malabaristas, bufones y payasos. Los circos de los últimos siglos. Ellos conservaron lo mejor y desecharon lo peor. Y se rehicieron a sí mismos. Y es un proceso que nunca acaba, en realidad.
La gente que vive de los Toros deberá transformarse también, admitir que en realidad están hablando de ganar mucho dinero y dejar de escudarse en las tradiciones y disputas políticas.
Sin palabras.
No obstante, son los miles de aficionados, no los responsables del negocio, los que crean la discordia, los que mantienen activo este negocio, y los que lo defienden como fanáticos. Cuando intentas razonar con algunas de estas personas, muchos dicen que no se deben prohibir las tradiciones, como si el hecho de serlo las protegiese de todo juicio y las blindase contra la razón por los siglos de los siglos. ¿Desde cuándo algo que se inventó en una época más atrasada e ignorante que la actual, debe ser conservado?
Ahora le van a mutilar, cortar orejas y demás, para que el asesino se lleve unos bonitos recuerdos suyos, como hacen los psicópatas.
Conclusión:
Es muy triste que haya aún haya que aclarar que torturar, matar o morir sólo para divertir es un concepto arcaico y ofensivo para un ser humano decente, por muy tradición que sea.
Sólo alguien incapaz de avanzar querría estancarse en el pasado, sea cual fuese este.
Estas personas no entienden que las cosas deben conservarse por ser buenas, no por ser viejas.
Nota:
Lo siento, si es que ya he dicho que me exaspero, joder.
Ahora sí, hombre. Ahora si lo vemos mal.
Si es de los nuestros, mal. Pero si no, bien. Sí, me suena muy humano.
Si quieres oír este cortito podcast entero, en el que se habla poco pero se dice mucho, pincha aquí.