Los legisladores, y sobre todo los lobbys puristas y religiosos, ven la "decisión personal de interrumpir el embarazo" como un problema que hay que controlar, ya que dar la vida es legal y moralmente aceptable, pero quitarla no.
Desde esta perspectiva, parecería lógico. El error está en que no entienden que con el aborto no se está quitando una vida, sino interrumpiendo o deteniendo un proceso que conduciría a la creación de una "futura" vida. No lo entienden porque creen que un embrión ES una persona, en vez de un proyecto, un plan, un simple puñado de células que, si se les permite, generarán un ser vivo.
Pero esas células no son una persona, igual que una semilla no es un árbol.
No entienden que nuestras semillas son sólo paquetes de instrucciones, y que no por tener los planos de un edificio, estás obligado a construirlo. Ni aunque se haya comprado el terreno y puesto ya los cimientos.
Y es que según su punto de vista extremista, si las semillas están en nuestro interior cada día, esperando a que decidamos usarlas para crear vida, entonces cada minuto que estamos viendo la tele, paseando, o trabajando, en vez de estar en el dormitorio haciendo uso de nuestra capacidad reproductiva, estaríamos "impidiendo e interrumpiendo el proceso de la creación de nuevas vidas", al elegir no llevarlo a cabo; Parece un ejemplo extremo, sí, pero según su lógica tendría todo el sentido, teniendo en cuenta que son personas que, entre el minuto anterior a la cópula, y el minuto posterior a la concepción, creen ver consumado el misterioso y sagrado milagro de la vida, intocable, irrefrenable.
Cuando lo único que en realidad hay son dos minutos.
120 segundos de intercambio de información biológica.
La "persona" que ellos creen ver ahí, llegaría mucho, mucho tiempo más tarde.
Gran parte de estas personas se mueven por razones ajenas a la lógica, la biología o la moral; simplemente creen que no es nuestra decisión traer o no traer vidas al mundo, que sólo somos un vehículo para un plan superior; que la vida que traemos es, en realidad, decisión de Dios. Ese tradicional pensamiento supersticioso es el germen de estas posturas inflexibles y radicales que pretenden continuar regulando lo que la mujer haga o no haga con su cuerpo. Una superstición que ha modelado nuestro sistema moral y legal (en cada país, las religiones han modelado el suyo a placer), y que nos seguirá impidiendo avanzar con claridad hacia un futuro más libre.
Ese futuro no llegará hasta el día en que lo entiendan.
La viñeta pertenece a El Roto, vista hoy en El País.
Escribiendo este post, recordé un interesante artículo de Jesús Mosterín, profesor de Investigación en el Instituto de Filosofía del CSIC, que leí hace unos años, y cuyas coherentes opiniones definieron mejor mi postura respecto al aborto. El título del post hace referencia a dicho artículo.