Después de las recientes declaraciones de Stephen Hawking sobre la inexistencia de un ser divino artífice de la Creación, han salido a la plaza del pueblo, armados con antorchas y azadones, los fanáticos de la fe para condenarlo como si el científico fuese un brujo y esto la Santa Inquisición.
Por Dios, que va en silla de ruedas, un poco del respeto que predicáis.
Aquí vemos a Mazinger toqueteando a Hawking como si fuese tontito, aprovechando que el científico no puede defenderse.
El hecho es que Hawking no ha negado la existencia de Dios.
La sutil declaración ha sido que “para que el Universo exista tal y como es, no es necesaria la existencia ni la bondad de un dios”.
El Universo se explica y se justifica a sí mismo.
Y si un dios no ha sido necesario para que todo exista, ¿es entonces realmente un dios?
Desde que el Hombre es Hombre, ha inventado cultos, ritos y dioses como creadores y amos del mundo. A ellos les rezaba para conseguir buenas cosechas e impedir desastres naturales. Y el ser humano ha ido evolucionando a estos dioses y sus religiones según avanzaba el mundo y el conocimiento sobre él; las religiones actuales, las que han sobrevivido al paso del tiempo, ya no son las que eran hace 500 años, ni las que eran en su origen. Se adaptan a los tiempos, a lo que convenga, para lograr sobrevivir entre la gente.
Es extraño. Lo lógico, si Dios existiese, sería que su religión y su Verdad fuesen inamovibles, y que con el avance de la civilización humana a través de los milenios, las personas nos diésemos cuenta de que las antiguas creencias han sido superadas, que somos más morales que el dios del Antiguo Testamento, que somos más caritativos, más altruistas, y más sabios que los protagonistas de esas antiguas escrituras.
Pero no. Las creencias se adaptan a los avances para no dejarse exterminar, y así, no admitir que son totalmente innecesarias.
Como una criatura viva, pretenden perdurar a toda costa.
¿Acaso no es esto una prueba clara de que el origen de Dios es la mente humana?
Sí, está claro que las religiones surgieron en una época de la humanidad en la que la ignorancia era total y las creencias religiosas daban cierto orden al mundo. Era lógico que apareciesen. He leído un buen ejemplo que dice que eran comparables al amigo invisible de un niño demasiado pequeño como para soportar y comprender la realidad del mundo sin ayuda. Un amigo imaginario que desaparecerá con la madurez del niño, cuando ya no le haga falta. Algunos creen que por esa razón, las religiones son útiles, que tienen una función social, y que es mejor dejar que los creyentes sigan creyendo. Porque lo necesitan.
Yo, hasta hace unos años, también pensaba así, pero la cruda realidad me ha hecho cambiar de opinión poco a poco. Las religiones tuvieron ese origen, y esa fue su función, pero de aquello hace miles, si no decenas de miles de años, y el ser humano ya no es un niño asustado. No tiene por qué. La madurez ya ha llegado, aunque tantos frikis no quieran aceptarlo.
Tal y como yo lo veo, la especie humana es un cuarentón que aún vive en casa de su “padre”, incapaz de salir de debajo de su ala protectora, obsesionado con una infancia en la que se sentía a salvo y feliz, y de la que aún conserva a su amigo imaginario, porque los otros niños que son diferentes le asustan.
Un cobarde con problemas mentales.
Y yo creo que ya es hora de destetar de una vez al pequeño capullo.
Tenemos la madurez de la civilización al alcance de la mano, y esta lacra de las creencias nos impide avanzar.
O algo peor.